Galicia, a miña terra

Se Galicia fora unha cor sería azul, se fora un olor… salitre.

Se fora un son sería o das gaitas, se fora un viño: Albariño.

Se fora unha palabra sería Meiga, se fose un sentimento sería morriña.

Se fora un adxectivo sería riquiña. Se fora unha resposta sería «depende».

Se fora un ruido sería chuvia, se fora unha sensación, a de bañarse no seu xélido Atlántico.

Se fora un lugar serían as Rías, ¿e unha persoa? Rosalía.

Pero se fora unha comida sería imposible elexir.

Feliz Día de Galicia.

Illa de Arousa. Julio 2020
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El cementerio de aviones más grande del mundo

En octubre de 2018 hice un roadtrip con unos amigos por California, Nevada y Arizona. Los 4 recorrimos miles de millas a bordo de un Ford Mustang amarillo y descubrimos ciudades como San Francisco, Las Vegas o Los Ángeles. Fue un viaje muy divertido, lleno de anécdotas y buenos momentos que me hicieron disfrutar mucho de Estados Unidos, ya que a priori no era un país que, culturalmente hablando, me llamase demasiado la atención.

Fueron nueve días muy intensos que se quedarán para el recuerdo, sobre todo por la compañía y por cómo se fueron sucediendo los acontecimientos. Pero como en todos los viajes, hubo un pequeño “error de cálculo”, que es el desencadenante de lo que os voy a contar.

Quien organizó el viaje fue mi amigo de la infancia Martín; a él le encanta Estados Unidos y la cultura yanqui. Me “vendió” el viaje de tal manera que no pude decirle que no, simplemente tenía que pagar mi parte de los gastos y él se encargaba de organizarlo todo (vuelos, alojamientos, coche, papeleos…). Era el primer viaje de ese calibre que hacíamos los dos juntos, y aunque somos antagónicos a la hora de organizarlos, accedí encantada encandilada por el entusiasmo con el que me lo planteó.

Después se unieron dos amigos más y lo que iba a ser un viaje mano a mano con Martí acabó siendo una aventura de cuatro. “Cuatro gallegos en Estados Unidos” es un buen titular para un viaje inolvidable, y así fue. Martín hizo un planning súper ajustado para los días que íbamos a pasar al otro lado del charco, lo organizó con todo lujo de detalles, desde localizaciones para ver el atardecer, restaurantes imprescindibles hasta dónde alquilar bicicletas. Ese nivel de detalle.

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Cuando volar era un lujo

El glamour de la antigua aviación se ha ido desvaneciendo hasta encontrarnos en el punto sin retorno del panorama actual: la proliferación de las low cost y la democratización de viajar en avión.

Esto no es ni «malo» ni «bueno»; simplemente una exposición de los hechos. Lo que sí, esta evolución del sector tiene sus claras ventajas y desventajas. La ventaja fundamental es que ahora el avión es un medio de transporte al alcance de todos, lo que conlleva -positivamente- a que podamos viajar y movernos por el mundo con muchas más libertades y facilidades que nuestros abuelos.

Una desventaja, para quien quiera verlo así, -que no es mi caso- sería que ahora la aviación ha perdido esa exclusividad de la que alardeaban los viajeros que tenían las carteras más abultadas de la época. Antiguamente la gente se vestía para la ocasión porque iba a viajar en avión, y eso era todo un acontecimiento, con lo cual los pasajeros lucían con orgullo sus mejores galas en consonancia a la importancia del trayecto en el pájaro metálico.

Antaño los asientos de los aviones eran anchos y confortables, no se pensaba en llenar el avión hasta su máxima capacidad para ahorrar costes, sino en el confort a bordo. El trayecto hacia el destino formaba parte -y forma- de la experiencia global de las vacaciones como un punto diferenciador.

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La magia de los aeropuertos

Los aeropuertos 24h son lugares mágicos, atemporales, sin horarios establecidos y donde todo vale. Puedes comer a las 7 de la mañana una hamburguesa repleta de ketchup como probarte un vestido de fiesta o comprar una colonia. A nadie le va a extrañar tu comportamiento.

Cada pasajero tiene una historia propia, un horario diferente, unos valores, un propósito y un destino. Y esto es lo que a mí más de gusta de la terminal del aeropuerto, ese trasiego de gente (ahora pasajeros) con prisa, nervios, ilusión o miedo, porque no todos los sentimientos que evoca un aeropuerto son positivos. Hay quien tiene miedo a volar o a su llegada al destino se tiene que enfrentar a una situación dolorosa…

Cada pasajero viaja por un motivo, no siempre es ocio, no siempre es trabajo. A veces se ha de cumplir con obligaciones de otro calibre. No sabes si la señora que tienes delante en la cola de la cafetería viaja por placer o porque le ha surgido un imprevisto.

Tampoco sabes si el señor que teclea en su portátil a velocidad del rayo en la silla de al lado se está jugando a «todo o nada» su trabajo a contrarreloj. Puede que el que duerme abrazado a la maleta en una esquina discreta haya pasado dos días en la terminal por la cancelación de su vuelo anterior, o no.

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¿Cuántos colores de pasaporte existen?

Como muchos sabréis, trabajo como tripulante de cabina (comúnmente conocido como “azafata de vuelo”) y en el avión estoy en contacto cada día con cientos de pasajeros. Una parte de mi trabajo es recibir al pasaje con una sonrisa cuando entra a la aeronave y ayudarle a ubicarse en el asiento asignado si es que tiene alguna duda. Pero no es un requisito obligatorio en mi compañía el pedir el pasaporte al pasajero cuando entra por la puerta del avión (a no ser que se necesite para hacer alguna comprobación en concreto).  

Como los pasajeros acaban de embarcar y el personal de tierra ha chequeado su documentación, muchos de ellos todavía llevan el pasaporte en la mano y nos lo enseñan a la tripulación de cabina como un formalismo más del proceso. Así que, con la cantidad de embarques que llevo a las espaldas he visto muchos pasaportes diferentes con distintas tonalidades, lo que nunca he visto ha sido un pasaporte amarillo, ¿y tú?.  

Ahora viene LA pregunta… ¿alguna vez te has cuestionado cuántos colores de pasaporte existen? Y si es así, ¿sabes el por qué de cada color? Yo soy ese tipo de persona a la que de repente le asalta una duda como ésta y se pone a investigar para dar solución a sus inquietudes.  

Aunque verdaderamente la respuesta es sencilla, ya que se resume en cuatro colores generales: rojo, negro, verde y azul, lo que varían son los tonos. Lo curioso es que los colores elegidos no se rigen por ninguna norma oficial ni dependen de una cuestión legal, sino que se escogen libremente de entre los infinitos colores existentes en el espectro. Un país puede elegir cualquier color registrado por Pantone, así que podrían existir perfectamente los pasaportes amarillos, o violetas, o naranjas… pero no los hay, ¿por qué?.  

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De la ventanilla del avión a la ventana de mi casa

Los problemas son menos problemas a vista de pájaro, o eso siento yo cuando veo atardecer a través de la ventanilla del avión.

Con esta situación me ha tocado cambiar la vista infinita de Barcelona en cada aproximación a ver el Montjuic imponente y estático desde el balcón del tercero de mi casa.

Dejar de ver la ciudad desde las alturas para observarla desde mi ventana me ha hecho valorar lo importante que es vivir donde y con quien te hace feliz.

La luz que entra cada día por los ventanales de mi casa y la persona con la que puedo compartir los atardeceres, son la energía que necesito para sobrellevar el encierro que se nos ha impuesto desde que empezó esta pesadilla.

Ojalá dentro de no mucho podamos recordar esto como «un mal sueño» y volver a Barcelona desde 30,000 pies de altura. 

Si te ha gustado puedes dejarme un comentario, ¡gracias por tu opinión! 🤗

100 datos curiosos de aviación

En este post quiero compartir con vosotros, mis lectores, 100 datos y curiosidades de aviación. Algunas en base a mi propia experiencia y conocimiento adquirido como tripulante de cabina desde 2015 (mis #TCPFacts), y otros datos más generalistas pero igualmente curiosos e interesantes. ¡Espero que os guste!

*Todos estos datos están enmarcados en el siguiente contexto y en mis vivencias como TCP: mi base de operaciones es Barcelona (España), vuelo en una aerolínea española aviones de la familia «Airbus» y hago corto radio (vuelos nacionales, europeos y norte de África en su gran mayoría).

1. Cada día vamos a volar con gente diferente, la tripulación se conoce al llegar al briefing (en compañías con bases muy grandes y un volumen de tripulaciones importante) y ellos serán como tu familia durante el vuelo.

2. El briefing es la reunión pre-vuelo que tenemos la tripulación. El jefe de cabina pregunta procedimientos de emergencia (o de «operación normal») y se repasa entre todos. Después el comandante da información relativa al vuelo (pasaje, tiempos de vuelo, meteorología etcétera).

3. Si el tripulante no sabe los procedimientos y ésta falta de conocimiento radica en poner en riesgo la seguridad del vuelo, el comandante (o el jefe de cabina), pueden «bajarlo del avión» y llamar a otro tripulante que esté de imaginaria para suplirlo.

4. Estar «de imaginaria» es estar de guardia a disposición de la aerolínea durante unas horas determinadas. Existen guardias en casa, en hotel y en el propio aeropuerto (en salas habilitadas para ello que proporciona la aerolínea).

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La pasajera del 7F

Como otros muchos posts, este estaba en la recámara de los borradores desde el hace meses; y hoy me he propuesto rescatarlo.

Lunes 17 de abril de 2017. IBZ – BCN

Querida pasajera del 7F:

Sólo quería decirle que la admiro. Quizás nunca más volvamos a encontrarnos, pero yo me acordaré de usted y de la entereza con la que afrontó su mayor miedo; el miedo a volar. Quizás no lo sabe, pero es muy valiente; primero por decidirse a subirse a un avión tras cinco años sin pisar uno, y después por entrar confesando que tiene pánico a volar. No todo el mundo es capaz de decírselo a la tripulación y una vez en el aire el miedo les paraliza por completo agravando la situación para todos los pasajeros a bordo. 

Cuántas veces habremos visto los tcps a pasajeros santiguarse en el asiento antes de despegar, o agarrarse a él como si les fuese la vida en ello previo aterrizaje… están también los que van estirados como varas sin perder detalle de nada de lo que hacemos, y los que se alarman si escuchan alguna de nuestras conversaciones descontextualizadas y piensan que algo durante el vuelo va mal. 

Pasajera del 7F, también quería darle las gracias. Agradecerle su gesto hacia nosotros, porque hace que nuestra profesión cobre sentido. En un espacio tan reducido como es un avión, cuando pasa algo todos los ojos apuntan de manera inquisidora a la tripulación y es nuestra función hacer del vuelo un trayecto agradable y seguro para los que vamos a bordo.

Para nosotros mereció la pena el madrugón del día al conseguir que usted, que embarcaba deshecha en lágrimas y al borde del colapso, acabase sonriendo sentada en nuestro jumpseat (asiento) e incluso fuese capaz de darnos conversación de manera distendida.

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La profesión del TCP

Cuando piensas en trabajar como tripulante de cabina de pasajeros, TCP para abreviar y a partir de ahora, a menudo tus ensoñaciones te llevan a imaginarte de compras por NYC, tomando el sol en Varadero o comiendo una pizza en el centro de Roma.

Sí a todo.

Sí, podrás viajar a lugares icónicos, comprar en las calles más emblemáticas del mundo, tomar el sol en un país del trópico cuando en el tuyo propio se pelan de frío y comer las delicias locales allá donde vas.

El destino es una de las recompensas del trabajo como TCP; me explico. Es un sueño poder trabajar durante equis horas en un avión atendiendo a los pasajeros y velando por su seguridad para acabar llegando al mismo lugar que ellos y disfrutar del merecido descanso una vez allí.

Puede que el hotel no tenga las mejores vistas de la ciudad ¿pero eso qué importa cuando estás en NYC? Y además ¿a quién no le gusta desayunar en un maravilloso buffet o disfrutar de las comodidades de un hotel?

Volvemos para atrás, os he dicho «sí a todo» pero también os puedo decir «no a todo».

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La realidad de un TCP en modo avión

Esto lo escribí a los pocos meses de empezar a volar.

martes, 21 de junio de 2016

Hoy he dormido casi 14 horas del tirón y al despertarme no sabía dónde estaba ni qué día era (nada raro tampoco), una cura de sueño que necesitaba pero que no ha conseguido borrar las ojeras permanentes de mi cara. Lo primero que pensé es que llegaba tarde a trabajar y necesité unos segundos para centrarme. Acto seguido cogí el móvil para ver qué hora era, qué día y saber si el mundo había seguido girando mientras yo estaba en coma.

La falta de tiempo es la excusa que usaré para justificar mi ausencia por aquí, lo que es completamente cierto, pero la semana pasada cuando estuve en Bruselas la madre de la niña que cuidaba el verano pasado me preguntó por mi blog, si seguía escribiendo, y le dije que no, que lo tenía muy abandonado, pero que lo retomaría cuando tuviera ganas y algo de tiempo para explayarme, así que hoy que estoy de standby y/o imaginaria (de guardia, esperando a que me necesiten y me saquen a volar), y me apetece escribir, os pongo al día de mis últimas andanzas.

Los antecedentes… Hace ya algo más de un año que mi amiga Sara y yo volvíamos de Atenas poniendo punto y final a un viaje “italogriego” increíble y lleno de anécdotas que contar. Con el avión medio vacío a la vuelta y sin nada mejor que hacer empezamos a fijarnos en las azafatas; de arriba para abajo con el carro; “pues tiene que ser divertido trabajar volando”, “la verdad que con las ventajas que tendrán viajarán un montón”, “estaría bien para empezar con esta edad”. 

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