Nadie me avisó.

No sabía que me iba a volver adicta a este trabajo, ni que iba a medir mi vida en programaciones y horas de vuelo. Tampoco que acabaría echando de menos mi cama cuando estoy en un hotel, el olor de mis sábanas, el suavizante de siempre.

No me contaron que mi rutina discurriría rodeada de mucha gente desconocida, ni que cada día tendría compañeros nuevos, pero que, a veces, me sentiría sola. Que las trivialidades del día a día serían novedad para aquel con el que compartiría el galley. Que tendría muchas conversaciones de «primeras veces»:

— ¿Llevas mucho tiempo volando?
— Pues acabo de hacer siete años.
— ¿Y empezaste aquí o volabas antes?
— Empecé aquí.
— ¿Y de dónde eres? ¿Vives cerca del aeropuerto o en el centro?
— Soy de Galicia. Vivo en la ciudad, en el centro. Ya vivía aquí antes de empezar a volar.

No era consciente de la desconexión digital que me daría estar volando, no poder hacer una llamada, no estar al día del cotilleo o del evento en el grupo de amigas. Perderme la complicidad de la anécdota, la fugacidad del momento.

No pensé en los domingos metida en el avión, sin poder asistir a todos esos planes que se hacen durante la semana, viviendo una vida ausente que no todos entienden si no la experimentan.

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Mi primer libro: «En modo avión»

El 3 de septiembre de 2019 recibí un correo electrónico que me sorprendió mucho y que primero pensé que era una especie de virus por la firma tan larga con la que finalizaba el texto. El email empezaba así:

«Buenas tardes: Te escribo de la editorial Grijalbo (Penguin Random House Grupo Editorial) porque nos gustaría conversar contigo sobre un posible proyecto editorial.»

Justo estaba trabajando con el ordenador y tras una búsqueda rápida en Google para corroborar que aquel mensaje no era un virus ni spam, contesté enseguida. Tras mi respuesta hubo una llamada telefónica y al día siguiente una reunión presencial en el edificio PRH de Barcelona. «Madre mía, qué rapidez», pensaba yo.

«¿Alguna vez te has planteado escribir un libro?» me preguntó al otro lado del teléfono la que a día de hoy es mi editora. «Pues sí y no», pensaba yo. Siempre me ha encantado leer y es un hábito y una afición que tengo desde niña. Mis padres supieron muy bien inculcarme el placer por la lectura.

También me ha gustado siempre escribir, me sale como algo natural, simplemente fluyo, no tengo que esforzarme. Con lo que nunca he fluido es con los números, y menos si hablamos de números con letras. Las matemáticas siempre fue mi asignatura pendiente. Aprobaba, sí, pero con clases particulares y mucha dedicación. Al contrario que lengua castellana o gallego, que me encantaba y disfrutaba con el análisis sintáctico (sí, así soy yo… jajaja).

Volviendo al tema. Tras arrojarme la pregunta por teléfono fijamos la reunión al día siguiente. Después de reunirnos y establecer las líneas generales del proyecto, empezó el proceso de idear la trama del libro, porque obviamente acepté el proyecto con muchas ganas y mucha ilusión. Pero no iba a ser un «libro» cualquiera, me habían propuesto escribir el guión de una novela gráfica. ¿Novela gráfica? Sí, un cómic de toda la vida. Como aquellos que tengo a cientos en mi habitación de adolescente en Santiago y muchos otros en mi casa de adulta en Barcelona.

«¡Vaya, una novela gráfica!», nunca me lo había planteado, pero era el formato perfecto para plasmar todas las ocurrencias que compartía por Instagram ya en aquel entonces. Cuando mi editora se fijó en mí, mi cuenta de Instagram tenía unos 25.000 seguidores, ahora somos 67.000 en la tripu más hipóxica de las redes.

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Viajar como estilo de vida

Hace días publicaba este tweet en mi perfil: «Si estás triste, viaja. Si estás feliz, viaja. Si te han roto el corazón, viaja. Si estás enamorado, viaja. Si quieres aprender, viaja. Si quieres conocer gente, viaja. Si quieres experimentar cosas nuevas, viaja. Si quieres abrir tu mente, viaja. Viaja, viaja, viaja.»

Las respuesta que me dieron, entre otras, fueron: «Págamelo», «para eso se necesita dinero…», «no tengo dinero». Así que aquí viene una breve explicación de «viajar como estilo de vida» sin necesidad de ser millonario.

Está claro que yo ahora mismo gracias a mi trabajo puedo viajar con muchas más facilidades y a mejores precios que alguien que no se dedique a la aviación. Pero no siempre trabajé volando, no siempre tuve una nómina aceptable, no siempre tuve ahorros… y viajé igualmente. A día de hoy es muy sencillo viajar con poco presupuesto. Cuando todavía estaba en 4º de carrera hice un viaje low cost a Italia y Grecia con una amiga. El lugar de reservar alojamientos a través de Booking, lo hicimos a través de Couchsurfing, con lo cual el coste de hospedarnos en las distintas ciudades que visitamos fue de 0€. ¿Qué es Couchsurfing? Ellos se definen como «una comunidad global de viajeros y anfitriones».

Puedes viajar a lo largo y ancho del planeta quedándote en casa de gente local que te abre las puertas de su casa y, si quieres, comparten contigo la experiencia del viaje. ¿Qué hay mejor que conocer un lugar con alguien local? ¿Qué mejores recomendaciones vas a conseguir? Para viajar no hace falta dormir en hoteles 5*, ni volar en Business Class… Cambia el chip. Si te sale muy caro un vuelo directo, economiza haciendo una escala (incluso un par). Si no te hace gracia lo de Couchsurfing, comparte habitación en un hostel o busca un Airbnb baratito.

Quizás para ti es más importante tener el móvil último modelo, un coche de alta gama y pedir comida a domicilio cada día. Para mí es más importante tener un dinero guardadito para viajes y escapadas. Si se quiere viajar barato, se puede. Aprovecha las oportunidades que se te brindan. Yo lo hice en la universidad con dos becas de movilidad: la Sicue-Séneca y el Erasmus. También trabajé como au pair, ¡no veas qué viajes low cost hice en esas épocas sin tener un chavo!

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Zapatos cómodos para volar

Una de las preguntas que más me hacéis las compañeras por Instagram es que qué tipo de zapatos uso para volar (os recuerdo que nosotros no decimos «trabajar» si no «volar», así que esto no quiere decir que los zapatos que os voy a recomendar sean voladores ni nada por el estilo…😂).

En mi aerolínea nos dan zapatos como parte de la uniformidad, pero podemos llevar otro modelo si nosotros queremos. Normalmente en la mayoría de aerolíneas, las mujeres, tenemos dos opciones de tacones: unos más altos que se usan para embarcar, desembarcar y caminar por la terminal del aeropuerto, y otros más bajos que denominamos «zapatos de servicio».

Una vez que se cierran puertas, se hace la demostración de emergencia a los pasajeros y despegamos, nos cambiamos los zapatos altos por los bajos, para empezar con el servicio a bordo («pasar el carro», como decimos coloquialmente) y estar más cómodas.

A pesar de que los que nos ponemos para trabajar en la cabina son más bajos, siguen siendo zapatos de tacón y después de 12h de pie también molestan. La altura de los tacones depende de las normas de cada compañía, suele haber un mínimo para ambos tipos. Algunas empresas se los dan a los trabajadores como parte de la uniformidad, y otras no.

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Quejas y situaciones surrealistas

Hace unas semanas les preguntaba por Twitter a mis seguidores que cuál era el motivo más surrealista por el que un pasajero se les había quejado, les contaba el mío y les invitaba a que compartiesen sus experiencias.

Repetí la misma pregunta por Instagram y en vista del éxito he recopilado por aquí todos los testimonios.

  • Vuelo MAD-FUE. La pasajera se queja del retraso y dice «2h de retraso y 2h de vuelo, ¡4h tarde! ”.
  • ¡Aquí una de tierra! A mí lo más surrealista que me ha pasado fue embarcando un BCN que llegó un compi del filtro de seguridad con un pax… y en sus manos… ¡¡UNA MOTOSIERRA!! Que si podía subirla al avión preguntaba el pax… El pobre compi del filtro ya no sabía como explicárselo y acudió a puerta en busca de ayuda.
  • Que los motores del avión hacían mucho ruido, y que si no había manera de detener el ruido. Le dije que era preferible que siguieran haciendo ruido, por el bien de todos.
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Galicia, a miña terra

Se Galicia fora unha cor sería azul, se fora un olor… salitre.

Se fora un son sería o das gaitas, se fora un viño: Albariño.

Se fora unha palabra sería Meiga, se fose un sentimento sería morriña.

Se fora un adxectivo sería riquiña. Se fora unha resposta sería «depende».

Se fora un ruido sería chuvia, se fora unha sensación, a de bañarse no seu xélido Atlántico.

Se fora un lugar serían as Rías, ¿e unha persoa? Rosalía.

Pero se fora unha comida sería imposible elexir.

Feliz Día de Galicia.

Illa de Arousa. Julio 2020
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La magia de los aeropuertos

Los aeropuertos 24h son lugares mágicos, atemporales, sin horarios establecidos y donde todo vale. Puedes comer a las 7 de la mañana una hamburguesa repleta de ketchup como probarte un vestido de fiesta o comprar una colonia. A nadie le va a extrañar tu comportamiento.

Cada pasajero tiene una historia propia, un horario diferente, unos valores, un propósito y un destino. Y esto es lo que a mí más de gusta de la terminal del aeropuerto, ese trasiego de gente (ahora pasajeros) con prisa, nervios, ilusión o miedo, porque no todos los sentimientos que evoca un aeropuerto son positivos. Hay quien tiene miedo a volar o a su llegada al destino se tiene que enfrentar a una situación dolorosa…

Cada pasajero viaja por un motivo, no siempre es ocio, no siempre es trabajo. A veces se ha de cumplir con obligaciones de otro calibre. No sabes si la señora que tienes delante en la cola de la cafetería viaja por placer o porque le ha surgido un imprevisto.

Tampoco sabes si el señor que teclea en su portátil a velocidad del rayo en la silla de al lado se está jugando a «todo o nada» su trabajo a contrarreloj. Puede que el que duerme abrazado a la maleta en una esquina discreta haya pasado dos días en la terminal por la cancelación de su vuelo anterior, o no.

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De la ventanilla del avión a la ventana de mi casa

Los problemas son menos problemas a vista de pájaro, o eso siento yo cuando veo atardecer a través de la ventanilla del avión.

Con esta situación me ha tocado cambiar la vista infinita de Barcelona en cada aproximación a ver el Montjuic imponente y estático desde el balcón del tercero de mi casa.

Dejar de ver la ciudad desde las alturas para observarla desde mi ventana me ha hecho valorar lo importante que es vivir donde y con quien te hace feliz.

La luz que entra cada día por los ventanales de mi casa y la persona con la que puedo compartir los atardeceres, son la energía que necesito para sobrellevar el encierro que se nos ha impuesto desde que empezó esta pesadilla.

Ojalá dentro de no mucho podamos recordar esto como «un mal sueño» y volver a Barcelona desde 30,000 pies de altura. 

Si te ha gustado puedes dejarme un comentario, ¡gracias por tu opinión! 🤗

¿Quién nos ha robado el mes de abril?

En mi casa mi padre celebra dos cumpleaños; uno es el 7 de julio, el día que nació, y otro en marzo para conmemorar el mes que empezó todo y celebrar la vida. Ese marzo de 2016 la palabra «cáncer» se coló en mi casa y cayó como una jarra de agua fría sobre todos nosotros, mi padre pasó a ser un «paciente oncológico» y ahora una cicatriz que le recorre la espalda le recuerda que es un «superviviente». Como tantos otros y como muchas familias a las que esta enfermedad les perseguirá siempre, no se puede bajar la guardia, ya lo sabéis.

Ese marzo de 2016 nuestra manera de vivir, ver y entender la vida cambió. Porque si no hay salud, no hay vida, sin vida no hay ilusión, ni alegría. No encuentras las fuerzas ni las ganas de hacer nada que no sea lamentarte, no hay viajes, no hay celebraciones, no hay «fechas señaladas», no hay nada. Sin salud lo demás pasa a un segundo plano. La muerte es irreversible.

No solamente sufre esta enfermedad mi padre, también se llevó a mi abuela Elena. Tan vital, tan activa, tan enérgica… vimos como su luz se iba apagando hasta el final, poco a poco, haciendo mella en su todo su ser. ¡Cuánto dolor tuvo que soportar y qué fuerte fue hasta el final! Luchadora como todas las mujeres Cousiño. Pero qué duro fue ver como se encogía hasta el último aliento, tengo el consuelo de que estuvimos todos ahí hasta el final, a su lado, cuidándola y acompañándola. Pudimos decirle adiós y se fue tranquila.

Y no solo se la llevó a ella en noviembre de 2013, también a amigos de la familia muy cercanos y queridos, a familiares de familiares y a familiares de mis amigos… el cáncer es incontrolable y devastador, como otras muchas enfermedades que se expanden como la pólvora y provocan tantos destrozos a su paso.

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La pasajera del 7F

Como otros muchos posts, este estaba en la recámara de los borradores desde el hace meses; y hoy me he propuesto rescatarlo.

Lunes 17 de abril de 2017. IBZ – BCN

Querida pasajera del 7F:

Sólo quería decirle que la admiro. Quizás nunca más volvamos a encontrarnos, pero yo me acordaré de usted y de la entereza con la que afrontó su mayor miedo; el miedo a volar. Quizás no lo sabe, pero es muy valiente; primero por decidirse a subirse a un avión tras cinco años sin pisar uno, y después por entrar confesando que tiene pánico a volar. No todo el mundo es capaz de decírselo a la tripulación y una vez en el aire el miedo les paraliza por completo agravando la situación para todos los pasajeros a bordo. 

Cuántas veces habremos visto los tcps a pasajeros santiguarse en el asiento antes de despegar, o agarrarse a él como si les fuese la vida en ello previo aterrizaje… están también los que van estirados como varas sin perder detalle de nada de lo que hacemos, y los que se alarman si escuchan alguna de nuestras conversaciones descontextualizadas y piensan que algo durante el vuelo va mal. 

Pasajera del 7F, también quería darle las gracias. Agradecerle su gesto hacia nosotros, porque hace que nuestra profesión cobre sentido. En un espacio tan reducido como es un avión, cuando pasa algo todos los ojos apuntan de manera inquisidora a la tripulación y es nuestra función hacer del vuelo un trayecto agradable y seguro para los que vamos a bordo.

Para nosotros mereció la pena el madrugón del día al conseguir que usted, que embarcaba deshecha en lágrimas y al borde del colapso, acabase sonriendo sentada en nuestro jumpseat (asiento) e incluso fuese capaz de darnos conversación de manera distendida.

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