La realidad de un TCP en modo avión

Esto lo escribí a los pocos meses de empezar a volar.

martes, 21 de junio de 2016

Hoy he dormido casi 14 horas del tirón y al despertarme no sabía dónde estaba ni qué día era (nada raro tampoco), una cura de sueño que necesitaba pero que no ha conseguido borrar las ojeras permanentes de mi cara. Lo primero que pensé es que llegaba tarde a trabajar y necesité unos segundos para centrarme. Acto seguido cogí el móvil para ver qué hora era, qué día y saber si el mundo había seguido girando mientras yo estaba en coma.

La falta de tiempo es la excusa que usaré para justificar mi ausencia por aquí, lo que es completamente cierto, pero la semana pasada cuando estuve en Bruselas la madre de la niña que cuidaba el verano pasado me preguntó por mi blog, si seguía escribiendo, y le dije que no, que lo tenía muy abandonado, pero que lo retomaría cuando tuviera ganas y algo de tiempo para explayarme, así que hoy que estoy de standby y/o imaginaria (de guardia, esperando a que me necesiten y me saquen a volar), y me apetece escribir, os pongo al día de mis últimas andanzas.

Los antecedentes… Hace ya algo más de un año que mi amiga Sara y yo volvíamos de Atenas poniendo punto y final a un viaje “italogriego” increíble y lleno de anécdotas que contar. Con el avión medio vacío a la vuelta y sin nada mejor que hacer empezamos a fijarnos en las azafatas; de arriba para abajo con el carro; “pues tiene que ser divertido trabajar volando”, “la verdad que con las ventajas que tendrán viajarán un montón”, “estaría bien para empezar con esta edad”. 

Acabé mandando el currículum para una aerolínea española en la que actualmente trabajo desde hace casi 4 meses, y como son las cosas, Sara ha empezado a volar hace un mes en una de las mejores del mundo. Sin tan siquiera planteárnoslo como una opción muy seria, lo que divagamos en ese vuelo ha condicionado nuestro presente y el futuro más inmediato de las dos.

Pero… ¿cómo es realmente el trabajo de un TCP? (Tripulante de Cabina de Pasajeros); ya adelanto que mucho más duro de lo que parece, siempre con prisas y corriendo a todas partes. Para empezar matizo, no trabajamos; «volamos».

“- ¿Andre vuelas mañana?

– Sí, un Lisboa ida y vuelta… ¿tú?

– También, pero cuatro saltos, Londres Gatwick – Mahón. ¿A qué hora firmas?

– De madrugón… A las 6:05 LT, ¿tú?

– A las 6:25.”

Rutas de mayo

Típica conversación en casa que se repite casi todas las noches antes de acostarnos, si es que nos vemos, porque a pesar de compartir piso con 3 personas más a veces tengo la sensación de vivir sola; uno está volando, el otro en su casa de días libres y la otra de destacamento en Ámsterdam. 

Nuestras mañanas empiezan con los vuelos de las 6 am y con los «madrugones» de las cuatro y media, porque levantarse en medio de la noche para ir a volar es “madrugar” de toda la vida. Lo realmente difícil es acostarse lo suficientemente temprano para dormir un mínimo de 8 horas y prescindir de los 4 cafés –como mínimo- de la mañana siguiente (yo antes no solía beber café…).

¿Rutina? Sí, pero una rutina entre comillas, porque aunque cada día en el avión hacemos lo mismo (revisar el material de emergencia, tetris versión maletas, pasar el servicio…) lo que cambia son los destinos y el tipo de pasaje. Aún así en menos de cuatro meses ya he vivido 3 huelgas en Francia y una en Italia con restricciones del espacio aéreo, retrasos y cancelaciones, el atentado de Bruselas con sus consecuencias a nivel operacional, la psicosis y la inseguridad a la hora de volar, la inoperatividad de una pista del aeropuerto de Barcelona por un pequeño incidente con una avioneta, el accidente del A320 de Egypt Air…  situaciones ajenas a nosotros que no se pueden prever y que hacen que la programación cambie en función de las circunstancias. Basta que hayas quedado para que no llegues a tiempo al plan.

Atardecer a 30.000 pies de altura

Lo que sí noto es la exigencia militar que estoy desarrollando con respecto a las horas a causa de la puntualidad requerida en este trabajo, porque no es lo mismo las 22:59h que las 23h. También he aprendido a dormirme a cualquier hora del día según mi rotación: mañanas, tardes o noches.

Otro tema digno de estudio, y con el que Aquarius ha hecho una campaña brutal, es el uniforme; con él automáticamente te transformas en Google Maps y/o oficina de información, da igual dónde estés; en el aeropuerto te preguntan dónde se recogen las maletas, dónde hay un cajero de La Caixa o cuál es la puerta de embarque para un vuelo que ni siquiera es de tu compañía. En el bus o por la calle que dónde está el Mercadona más cercano o la oficina de Correos.

Te sorprendes a ti mismo diciéndole al vecino «adiós gracias» cuando sale del ascensor (¿gracias por qué?) sacando la versión más educada y repipi de ti mismo, y cuando vas a tomarte algo en un bar sin darte ni cuenta estás cogiendo una servilleta y abriendo la lata sin tocarla directamente con la mano… En el metro te fijas en las salidas de emergencia y se te va la vista en busca de extintores cuando entras en un portal que no conoces (deformación profesional).

Pasas de medir el dinero en ropa y copas y calculas cuántos saltos simples tendrás que hacer para ganarte ese vestido de Zara que has visto en el escaparate de la tienda del aeropuerto a las 6 de la mañana (¿¿¿en serio era necesario que las tiendas en la terminal abran a las 6???).

Cuando estás de imaginaria sufres un mini infarto con cada notificación que hace sonar el móvil (las apps siempre se actualizan en el peor momento y los SMS de Woman Secret recordándote que la nueva temporada tiene un 20% de descuento llegan cuando no deberían), y ya no digamos si te llama alguien… Eso sí, cuando llega el momento de la verdad y te sacan aprendes a maquillarte en medio minuto mientras te subes las medias y te calzas los tacones hablando con “Crew Control” para confirmar la hora de firma del vuelo.

Aeropuerto de SCQ

Lo peor es que aunque no quieras acabas hablando con la jerga aeronáutica, con las abreviaturas y siglas de turno… Un bebé pasa a ser un infant y el chico de la silla de ruedas que ves por la calle un PMR (persona con movilidad reducida). Que si la progra, la furgo, el capi, el copi, el coordi… ¿¿en serioooo?? Yo antes era normal, lo prometo. 

Ahora ya no compruebas sino que «chequeas», te pasas la primera quincena del mes deseando que salga «la progra» y la segunda deseando cobrar, un bucle sin fin… Y lo que pasa cuando acaban de publicar la programación e intentas verla en la página… 500 Internal server error.

Con tantos idas y vueltas al día llega ese momento en el que un pasajero te pregunta con toda su buena fe que por qué país estamos pasando ahora mismo mientras señala por la ventanilla, y tú que llevas 10h sin ver la luz del sol y sin tiempo de pararte a mirar el paisaje es cuando tienes que hacer un esfuerzo por recordar a dónde estamos volando para acabar contestando que lo sientes mucho pero que no lo sabes. De Google Maps a Google Earth y tiro porque me toca. 

Unas de las cosas buenas que tiene trabajar volando (al menos para mí) es la desconexión total, sin móvil ni internet descubres lo mucho que le dura la batería al móvil con el modo avión durante todo el día. Y lo bien que se está desconectado del mundo a 30.000 pies de altura. 

Y una de las peores lo mal que se come y los horarios locos de comidas; aquí se come cuando se puede y como se pueda. Olvídate de la dieta mediterránea, de los platos y los cubiertos de metal. Desayuna a las 5, come a las 18 y cena a la 1, tendrás que adelantarte a cuando tendrás hambre y comer por comer; o sino llegar a casa y devorar nivel «me comería hasta la mesa, con las sillas y todo».

En esta profesión el equilibrio se desarrolla al mismo ritmo al que el sentido del oído empeora. Aprendes a caminar sin parecer un pato mareado en fase de ascenso y descenso, aguantas el tipo en rodajes mientras haces la “demo” (demostración de seguridad) y pasando la bandeja cuando de repente empiezan las turbulencias. El cuerpo sufre bastantes cambios en muy poco tiempo y hay que adaptarse, se seca mucho la piel y los cambios de presión de tanto despegar y aterrizar pasan factura; pero acabas siendo capaz de compaginar los horarios de locos y aguantar el dolor de pies tras más de 12 horas de aquí para allá.

Con suerte en poco tiempo desaparecen las «turbulencias» que sentías en la ducha los primeros días al llegar de trabajar cansado como si no hubiera un mañana, que a mí por lo menos me daba vueltas la bañera de necesitar sentarme un segundo y sentir que tenía los pies en tierra firme. Te amoldas a la rutina del maquillaje diario y se multiplican los potingues, algunos que desconocías hasta hace relativamente nada, que alguna tcp te recomendó en algún vuelo y sin el cuál ya no puedes vivir. 

Te haces experta en medias de compresión, en cremas para pies doloridos y barras de labios que duran 24h intactas. Te conoces los Duty Free de todos los aeropuertos y tienes cosas en el neceser de cada sitio con escalas largas. Después te ves rara sin los labios pintados y el pelo recogido… 

Te haces a la idea de vivir entre maletas, durmiendo muchas veces fuera de casa y a caballo de dos o tres ciudades por las circunstancias, pero te encanta ese caos de despertarte cada día en un sitio e ir de aquí para allá en avión como quien coge un tren o un autobús. 

Te das cuenta de que el lenguaje no verbal lo es todo cuando en un Moscú eres capaz de decirle a un pasajero con una mirada no se puede beber alcohol que no se haya comprado a bordo; y tranquilizar a una señora durante un aterrizaje que se agarra al asiento como si le fuera la vida en ello.

Lo que sí echo de menos es el haber prescindido de mi vida nocturna, ahora es casi inexistente por incompatibilidad de horarios… la máxima fiesta que he experimentado últimamente es la de un Moscú ida y vuelta firmando a las 22:55 y aterrizando en Barcelona a las 9:40. PartyNonStop. 

Pero se compensa con las escapadas entre semana, el gran privilegio y lo mejor que tenemos los TCPs; un par de días a casa, de tapas por Granada, la puesta de sol en Ibiza, hacerle una visita a una amiga en Mallorca, un bañito en una cala de Menorca… Cuando tus compañeros de piso no te dicen que se van a Venecia de ida y vuelta a pasear pos los canales en góndola, o a comer un gelato a Florencia, que nos vemos por la noche.

El poder viajar con tantas facilidades y los destacamentos en otras bases son dos ventajas de las que poder sacar partido en esta profesión. Visitar otras ciudades mientras trabajas y tener la oportunidad de conocer a gente nueva y diferente es algo de lo que hay que sacar partido, y de momento creo estar haciéndolo bastante bien. 

Otra de las cosas más satisfactorias del trabajo, sino la que más, es sentir que ayudas a la gente de una manera u otra y en la medida de lo que puedes; ves a algún pasajero que es la primera vez que vuela y le tranquiliza el que le digas que estarás pendiente si necesita algo, a niños súper emocionados cuando entran en el avión y ven de reojo a los pilotos, a abuelitos que te agradecen en el alma tu ayuda porque están algo perdidos… al final del día es lo que verdaderamente importa y acaba compensando todo el cansancio acumulado

¿Próximo destino…? ✨

Autor: Azafata hipóxica

Soy Andrea Enríquez, nací en Santiago de Compostela en el último año capicúa de los 90. La primera vez que me subí a un avión fue como UM con 6 años, desde entonces no me he vuelto a bajar. Publicista desde 2013 y tripulante de cabina desde 2015 comparto mi día a día en redes través de mi álter ego Azafata hipóxica.

8 opiniones en “La realidad de un TCP en modo avión”

  1. Hola Andrea, me encantó leerte! Te sigo en IG pero sin dudas es distinto y me gusta mucho este formato. Gracias por compartir tu experiencia, me hace sentir más cerca de cumplir mi sueño 🖤✨

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  2. Hola, me encantó éste post. Lo que relatas es único y sencillamente hermoso, mientras leía me imaginaba todo el trajín, soy tripulante en formación y poco a poco entiendo la vida de un@ Azafat@, me encantaría vivir esas experiencias al máximo.

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